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domingo, 12 de abril de 2015

Amar es un arte, y no todo el mundo es artista

Los grados de hipocresía son cuestión de coordenadas, o tal vez del tamaño de nuestros corazones. Aquellos que tienen el corazón grande pueden dar mucho amor, abrir sus vidas a los demás y simplemente limitarse a ser felices. Pero aquellos que tienen los corazones pequeños solo pueden dar amor a pocos selectivos, cierran su vida y sin saberlo, encuentran más difícil una felicidad estable.

Madurar, supongo, que es cuestión de coherencia. Una debe ser quien quiere ser, quien aparenta ser y quien realmente es. No bastan las máscaras, las sonrisas fingidas, los gestos amargos, o leer el evangelio mil veces, si lo aprendido, lo bueno no se pone en practica. 

Todos tenemos mucho que mejorar. Algunos somos inconscientes, a veces incluso ingenuos; otros son egoístas y ambiciosos, otros inseguros, otros maleducados, otros intensos o demasiado nerviosos...y sí, también hay malas personas, aunque a veces cueste creerlo. Pero hay que ser conscientes de que el ser humano como ente no se rige por jerarquía, y que tú no eres mejor que yo, o yo mejor que el resto, y por este simple hecho debemos tratarnos por igual, sin hipocresías pero con educación. 
Atacar al contrario es muy fácil, lo difícil es saber no hacerlo.

Y la amistad...¿existe? Cuantos Judas se descubren sin quererlo. Cuantas mentiras duelen más que una verdad. Tal vez la culpa la tenga el miedo, los celos, la envidia, el egocentrismo, o la indiferencia...sea como sea unos a otros nos ponemos la zancadilla. Queriendo o sin querer. Y es hipócrita, porque la mayoría fingen saber respetar y saber querer. Pero amar es un arte. Hay gente que no puede evitar discriminar por la raza, la clase social, la belleza, el dinero...lo que sea. Cuando nos proponemos hundir a alguien encontrar un motivo es muy fácil.
Tal vez el ser humano no sea bueno por naturaleza. Nosotros somos los peores enemigos de nosotros mismos.

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